Fideos

- No mastiques la sopa.
- ¿Por qué? Tiene fideos.
- Trágatelos.
- ¿Y si me ahogo?
- Es imposible ahogarse comiendo fideos.
- ¿Y si respiro a la vez que trago y se me llenan los pulmones de fideos?
- Eso no va a pasar.

Jaime siguió comiendo fideos aguantando la respiración cada vez que tragaba. Era un ritmo delicado. Respirar. Tragar. Respirar. Tragar. Beber agua. Intentó acompasar el ritmo frenético de su ingestión con el segundero del reloj de cuerda del salón de la abuela. Que giraba imparable. Tic. Tac. Comer. Inspirar. Hasta que perdió el ritmo. Y le dio la tos. Vio cómo la abuela lo miraba espantada detrás de los fideos que chorreaban por sus grandes gafas redondas.Se levantó. Lo agarró por el brazo. Y empezó a darle azotes acompañando cada golpe con un: Te he-dicho-que-tragaras. Eso sí que era ritmo.

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