La vie en film



Su primera novia era como una película de Fellini. Italiana, rara y  en blanco y negro. Se salió de monja y siempre llevaba unas gafas de sol como las de Marcello Mastroianni, esas Persol... La última era como una de David Lynch, loca y excelsa. Sublime pero inconclusa. Siempre quiso tener una como una de Tarantino: sangrienta, divertida y absurda.

También tuvo una novia como una de Park Chan-wook. Coreana y tronada. Tenía una forma única y retorcida de ver la vida. Y de causar dolor. Un dolor profundo e inexplicable. Intenso y amargo. Y a la vez tan real. Hubo otra que era como una peli de Woody Allen. Intelectual, absurda y odiosa. Y con una voz estridente.

Después estuvo con una chica que era como una de Sofia Coppola. Indie, blandita y en colores pastel. Estaba obsesionada con Bill Murray. Otra era como una de Wes Anderson, simétrica y saturada. También hubo una como una de González Iñárritu. Rota. Lo dejó reventado por dentro de tanta verdad. De tanta vida. Cruda, fría y a la vez tan cálida y real. Veraz hasta infringir dolor.

Otra era bohemia como una película francesa. Sencilla y complicada al mismo tiempo. Tan francesa. Un poco alocada, un poco infantil y tan sutil que se le hacía complicado no caer rendido ante sus delicados encantos. Salió con una que era como una película de Gaspar Noé. Dura, oscura, sucia, brutal y tan viva que hacía daño.

Para su próxima película quiere una chica Almodóvar. O puede que una chica Medem. Que siempre llevan menos maquillaje y menos ropa.

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